Esta mañana me encontré con la sorpresa, al entrar en la web para ver si ya había salido el número de mayo.
Sorpresa y tristeza por un lado, porque a lo tonto llevo más de media vida (desde septiembre de 1991, para ser exactos) comprándola, pero, por otro, es justo reconocer que hace un tiempo que ya no era lo mismo, que había mucho más de inercia y de nostalgia que de expectación por encontrar algo nuevo que me sorprendiera. Seguramente yo haya cambiado o, más bien, me haya acomodado en ciertos estilos, pero la revista tampoco había sabido evolucionar para mantener su hueco. Intentaré explicarme.
Habiendo sido siempre una revista que buscaba estar a la última de las tendencias o, más bien, marcarse el tanto de anticiparlas y estar siempre por delante, los últimos tiempos les han pillado con el paso cambiado, y con una diferencia generacional muy grande (Carrillo es del 63, y Cervera debe andar por ahí. De los colaboradores, muchos clásicos han superado los 50, y seguramente más de uno los 60) en relación al público objetivo de los últimos movimientos (trap, reggaeton) que han intentado seguir. Me viene a recordar lo que en ocasiones escuché acerca de Bowie o Madonna: que en su esplendor habían sido los que marcaban la tendencia pero, llegado un momento, se tenían que limitar a adaptarse a la que marcaban otros.
El caso es que, de forma general, los más jóvenes, los que escuchan esta ¿música? (venga, ya salió el carroza) no tienen el menor interés por comprar revistas. Vamos, yo tengo uno de 18 en casa, y bastante esfuerzo hace con pasar de los titulares del Marca al cuerpo de alguna noticia. La lectura fuera de lo estrictamente obligatorio no está hecha para él (y es de los "buenos"). Luego está el hecho, nada menor, de que han crecido en una época de sobreabundancia de información a la que pueden acceder "gratis". Para ellos, pagar 5€ por una revista es algo inconcebible. ¿Bueno o malo? Simplemente es la realidad. Tampoco me queda muy claro que cuando sean un poco más mayores y tengan más dinero se lo planteen. Simplemente, han crecido en un entorno muy diferente al nuestro.
Pues bien, mi sensación es que, por todo esto, no han sido capaces de captar al público más joven, y en ese empeño por seguir estando a la última han ido perdiendo o, como mínimo, haciendo perder la ilusión a sus lectores más veteranos, que por una simple cuestión generacional difícilmente van a interesarse por el trap y demás estilos urbanos de última hornada. Eso, unido a su permanente paternalismo y condescendencia ante las críticas. Al final, ser una revista "de tendencias" les ha condenado, porque los que persiguen tendencias les consideran unos dinosaurios, incluso los hipsters que un día les siguieron dudo mucho que les hayan sido fieles.
Otro aspecto que no les ha hecho ningún favor es el acceso ilimitado, ya sea a través de plataformas de streaming o de programas P2P, a prácticamente toda la música editada. Eso, en mi opinión, ha hecho que la gente pruebe por su cuenta, tenga más facilidad para formar su propio criterio y ya no esté tan pendiente de la opinión mensual del gurú/oráculo de turno. Peor aún, en muchas ocasiones esa opinión terminará por chirriarle, y el caso más evidente son las famosas listas, donde el desencuentro con los lectores últimamente llegaba a extremos digamos "llamativos".
Entonces ¿qué queda? En mi opinión, una revista sin sitio en un mercado cada vez más pequeño, y que, por querer abarcar todo, ha terminado por no contentar a nadie. Y esto resulta especialmente llamativo en tanto que su durante tantos años gran rival, Ruta66, por ahora se sigue editando, y yo diría que con mejor salud, dentro de lo precario del periodismo musical en papel. De hecho, de ser una revista que compraba normalmente una o dos veces al año, últimamente lo hacía de forma más habitual, y hasta me apetecía más leerla que el RDL. ¿El motivo? En mi opinión, que han sabido mantenerse fieles a sus principios, Juliá y Gonzalo pasaron el testigo a Ortega y Crespo, pero la revista sigue siendo fundamentalmente la misma, dedicada a los estilos de siempre (rock, punk, hard rock, soul, r&b, blues, country, pop, folk, psicodelia, garage...), y sin olvidar esos artículos de fondo impagables (Sergio Leone, Strip Queens, fanzines) acerca de todo lo que rodea a la cultura pop. A la larga, creo que esa tozudez ha tenido fruto. De hecho, a partir de ahora la compraré todos los meses, y espero que dure muchos años. Como ejemplo, muy recomendable la entrevista con Nathaniel Rateliff en el número de marzo, en el que es portada además, y cuyo último disco es fantástico, y descacharrante el artículo sobre John Otway. Curioso también que, en comparación con la reducción de páginas (de 108 y hasta 112 a 84, salvo en el extra de verano) de RDL en los últimos años, Ruta pasara de 68 a 100, manteniendo la densidad del contenido (el tamaño de letra no es el más adecuado para carrozas con presbicia)
Sorpresa y tristeza por un lado, porque a lo tonto llevo más de media vida (desde septiembre de 1991, para ser exactos) comprándola, pero, por otro, es justo reconocer que hace un tiempo que ya no era lo mismo, que había mucho más de inercia y de nostalgia que de expectación por encontrar algo nuevo que me sorprendiera. Seguramente yo haya cambiado o, más bien, me haya acomodado en ciertos estilos, pero la revista tampoco había sabido evolucionar para mantener su hueco. Intentaré explicarme.
Habiendo sido siempre una revista que buscaba estar a la última de las tendencias o, más bien, marcarse el tanto de anticiparlas y estar siempre por delante, los últimos tiempos les han pillado con el paso cambiado, y con una diferencia generacional muy grande (Carrillo es del 63, y Cervera debe andar por ahí. De los colaboradores, muchos clásicos han superado los 50, y seguramente más de uno los 60) en relación al público objetivo de los últimos movimientos (trap, reggaeton) que han intentado seguir. Me viene a recordar lo que en ocasiones escuché acerca de Bowie o Madonna: que en su esplendor habían sido los que marcaban la tendencia pero, llegado un momento, se tenían que limitar a adaptarse a la que marcaban otros.
El caso es que, de forma general, los más jóvenes, los que escuchan esta ¿música? (venga, ya salió el carroza) no tienen el menor interés por comprar revistas. Vamos, yo tengo uno de 18 en casa, y bastante esfuerzo hace con pasar de los titulares del Marca al cuerpo de alguna noticia. La lectura fuera de lo estrictamente obligatorio no está hecha para él (y es de los "buenos"). Luego está el hecho, nada menor, de que han crecido en una época de sobreabundancia de información a la que pueden acceder "gratis". Para ellos, pagar 5€ por una revista es algo inconcebible. ¿Bueno o malo? Simplemente es la realidad. Tampoco me queda muy claro que cuando sean un poco más mayores y tengan más dinero se lo planteen. Simplemente, han crecido en un entorno muy diferente al nuestro.
Pues bien, mi sensación es que, por todo esto, no han sido capaces de captar al público más joven, y en ese empeño por seguir estando a la última han ido perdiendo o, como mínimo, haciendo perder la ilusión a sus lectores más veteranos, que por una simple cuestión generacional difícilmente van a interesarse por el trap y demás estilos urbanos de última hornada. Eso, unido a su permanente paternalismo y condescendencia ante las críticas. Al final, ser una revista "de tendencias" les ha condenado, porque los que persiguen tendencias les consideran unos dinosaurios, incluso los hipsters que un día les siguieron dudo mucho que les hayan sido fieles.
Otro aspecto que no les ha hecho ningún favor es el acceso ilimitado, ya sea a través de plataformas de streaming o de programas P2P, a prácticamente toda la música editada. Eso, en mi opinión, ha hecho que la gente pruebe por su cuenta, tenga más facilidad para formar su propio criterio y ya no esté tan pendiente de la opinión mensual del gurú/oráculo de turno. Peor aún, en muchas ocasiones esa opinión terminará por chirriarle, y el caso más evidente son las famosas listas, donde el desencuentro con los lectores últimamente llegaba a extremos digamos "llamativos".
Entonces ¿qué queda? En mi opinión, una revista sin sitio en un mercado cada vez más pequeño, y que, por querer abarcar todo, ha terminado por no contentar a nadie. Y esto resulta especialmente llamativo en tanto que su durante tantos años gran rival, Ruta66, por ahora se sigue editando, y yo diría que con mejor salud, dentro de lo precario del periodismo musical en papel. De hecho, de ser una revista que compraba normalmente una o dos veces al año, últimamente lo hacía de forma más habitual, y hasta me apetecía más leerla que el RDL. ¿El motivo? En mi opinión, que han sabido mantenerse fieles a sus principios, Juliá y Gonzalo pasaron el testigo a Ortega y Crespo, pero la revista sigue siendo fundamentalmente la misma, dedicada a los estilos de siempre (rock, punk, hard rock, soul, r&b, blues, country, pop, folk, psicodelia, garage...), y sin olvidar esos artículos de fondo impagables (Sergio Leone, Strip Queens, fanzines) acerca de todo lo que rodea a la cultura pop. A la larga, creo que esa tozudez ha tenido fruto. De hecho, a partir de ahora la compraré todos los meses, y espero que dure muchos años. Como ejemplo, muy recomendable la entrevista con Nathaniel Rateliff en el número de marzo, en el que es portada además, y cuyo último disco es fantástico, y descacharrante el artículo sobre John Otway. Curioso también que, en comparación con la reducción de páginas (de 108 y hasta 112 a 84, salvo en el extra de verano) de RDL en los últimos años, Ruta pasara de 68 a 100, manteniendo la densidad del contenido (el tamaño de letra no es el más adecuado para carrozas con presbicia)